Desde el plebiscito de 1988, han sucedido diversos acontecimientos políticos y sociales en nuestro país, dentro de un contexto en que una parte de la izquierda (la más conservadora), generó un compromiso con los partidos de la derecha dictatorial, incluida Renovación Nacional y la Democracia Cristiana, con el objetivo de avanzar en la supuesta reconstrucción de un país democrático, que vivió 16 años en Estado de Sitio.
En este contexto de violencia y represión por parte de la Junta Militar y agentes del Estado en contra del pueblo, diversas fuerzas políticas que asumieron la lucha en contra de la denominada dictadura para algunos, y/o tiranía para otros, enfrentaron este conflicto con todas las cartas existentes, es decir, activaron todas las formas de lucha, para derrumbar al tirano y reconstruir el proceso de transformaciones sociales y políticas que se estaban ejecutando, desde 1970, con el Gobierno del presidente Salvador Allende Gossens.
Sin embargo, mientras se llevaba a cabo una lucha decidida en contra de la tiranía, principalmente durante la década de 1980, se empezó a implantar en Chile un nuevo modelo económico, con parte de su sustento doctrinario reflejado en “El Ladrillo” (elaborado conjuntamente por los autodenominados “Chicago Boys”), el cual tenía como objetivo principal la privatización del país, así como la implementación de un Estado subsidiario, para luego transformarse en la base cultural e ideológica de lo que sus pensadores denominaron una “Economía Social de Libre Mercado”. Esta economía, por el hecho de ser “libre”, y según ellos, democrática, podría volverse en un sofisma[1] muy consistente en la cultura de masas de nuestro país.
Dicho y hecho. Hasta nuestros días, y luego de 42 años desde el golpe de Estado en Chile, todos los intentos de la izquierda con real intención de combatir las injusticias sociales, no han podido derrumbar esos pilares ideológicos, con los cuales el neoliberalismo subsidiario ha convencido a la población de ser una “democracia posible”. Es más, no se ha logrado aún derrumbar el sofisma que ha impuesto la idea de que “la política es mala y corrupta”, ya que, por razones casi obvias también, la mayoría de quienes se han presentado como candidatos presidenciales, así como a diputados y senadores, han sido investigados y denunciados por casos de corrupción, a través de la emisión de boletas de honorarios para empresas como SQM, Corpesca, empresas del Grupo Luksic, etc.
La situación planteada, si la observamos desde la perspectiva de aquellos que miran la política con recelo y lejanía, evidentemente no es para nada un panorama positivo, considerando las transformaciones estructurales que la izquierda más consecuente pretende realizar. Ahora, el fenómeno toma mayor relevancia al tomarlo como una oportunidad, para realizar un trabajo profundo de concientización y de acercamiento de la izquierda a los sectores populares y profesionales, que se encuentran totalmente desencantados con la política, problema causado por la imposición violenta del dogma neoliberal, así como por los innumerables casos de corrupción que ya han sido denunciados hasta la fecha.
Es, en este escenario donde, probablemente, y en primera instancia, la izquierda más consecuente debería dejar de serlo. Esto pues, aunque aquello pueda sonar a terminar con una larga trayectoria, utilizar las mismas fórmulas para tratar de cambiar las cosas, no ha generado resultados diferentes. Ahora, sin duda lo anterior no es algo que pretenda buscar un absoluto, ya que es imposible negar el trabajo ya existente, el que por lo demás, si no existiera, probablemente no se habría escrito sobre esta temática.
A lo que se quiere apuntar, es justamente, a la necesidad que tiene la izquierda más consecuente y comprometida con nuestro pueblo, de posicionarse conjuntamente en el trabajo de base (para quienes lo tienen), en correlación con una estrategia política electoral, que le permita a los más de 5 millones de chilenos que no votan, y a un porcentaje de los que sí votan, interesarse más por la política, utilizando esta herramienta para ampliar, desde otra esfera, el trabajo realizado por las diferentes organizaciones, así como para disputar en el campo electoral, los cargos de representación política existentes.
Esta estrategia no es nueva, sino por el contrario, existe desde los orígenes de la “democracia”[2] en el mundo. Sin embargo, particularmente en Chile, y luego del golpe de Estado de 1973, la Izquierda Revolucionaria se eximió de su participación en las elecciones, siendo reconsiderada, como forma de lucha, recién a mediados de 1983, dentro del marco de las protestas nacionales en contra de la tiranía de Pinochet, aunque desde la ilegalidad y marginalidad electoral. El principal objetivo del retorno a esta vía política fue salir de la permanente clandestinidad, y plantearse públicamente como una alternativa real para el pueblo de Chile, sin descartar la lucha armada y clandestina como una herramienta totalmente necesaria y justa, ante el tremendo nivel de violencia que ejercían las fuerzas de orden y las instituciones del Estado.
Para dicha finalidad, como primera etapa se creó, en 1983, el Movimiento Democrático Popular (MPD), donde participaba una parte del MIR, el Partido Comunista, el Partido Socialista Almeyda, la Izquierda Cristiana, y parte del MAPU, quienes planteaban terminar con la tiranía de Pinochet y crear un gobierno democrático de transición, sin exclusión de ningún partido de izquierda[3]. Paralelamente, en la otra vereda política se había constituido, el mismo año, la Alianza Democrática (AD), compuesta principalmente por la Democracia Cristiana, el Partido Radical, y algunos grupos que se autodenominaban “socialistas”, quienes proponían un camino a la transición política en Chile, basado en tres ejes, ninguno de los cuales se cumplió o se ha cumplido aún:
- Un acuerdo nacional para generar una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución.
- La renuncia de Augusto Pinochet a la Presidencia de la República.
- El establecimiento de un gobierno provisional para una breve transición[4]
Tales ejes se planteaban en el marco de un acuerdo con la derecha no pinochetista, además de la izquierda “renovada”, así como también con el apoyo de la Iglesia Católica. Este conglomerado político decantó en la conformación del comando de campaña del “NO” el 2 de febrero de 1988, y posteriormente se transformó en la “Concertación de Partidos por la Democracia”.
Por su parte, dentro del Movimiento Democrático Popular, uno de los dirigentes políticos y sociales que asumió la lucha electoral, perteneciente a la izquierda revolucionaria (particularmente al MIR), fue Jecar Neghme, quien, desde 1978, operó como dirigente estudiantil en la Universidad de Chile, y posteriormente se encargó de dirigir el proceso político social del MPD. A causa de esta opción política electoral, sufrió un complejo desencuentro de ideas con el también dirigente del MIR, en ese entonces, Andrés Pascal Allende, quien seguía defendiendo la tesis insurreccional del ex secretario general del MIR, Miguel Enríquez.
En 1987, Jecar Neghme participó de una delegación clandestina de partidos de izquierda, organizada por el Movimiento Democrático Popular, en Cuba, la cual tenía por objetivo preparar el plebiscito del año siguiente, que sacaría a Pinochet del poder. Sin embargo, el 4 de septiembre de 1989, pocos meses antes que el tirano dejara el cargo, luego de su derrota electoral en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, Neghme fue asesinado por agentes de la CNI, en la calle Bulnes, de Santiago de Chile. No cabe duda que el asesinato de Jecar, el último perpetrado por la tiranía durante el régimen, ocurrió con una lógica similar al asesinato de Salvador Allende, ya que ambos fueron abatidos con el objetivo de impedir que su proyecto político prosperara. Y en el caso de Neghme, se intentó evitar a toda costa que el ideario socialista marxista, encabezado por el MIR, tuviera injerencia política real y se plasmara colectivamente dentro del proceso de transición a la democracia en Chile. Las consecuencias de ello son fáciles de constatar hoy en día, al ver a nuestro pueblo en condiciones materiales de existencia cada vez más miserables, luego que el conglomerado que finalmente condujo la supuesta transición en Chile, la Concertación, se dedicara, desde un principio, a administrar el legado neoliberal implantado a sangre y fuego en tiranía.
Ahora, claramente la opción política impulsada por Jecar Neghme no fue una decisión personal, traducida solamente en un ala “reformista” al interior del MIR. Aquella fue consecuencia principal de un cambio en la correlación de fuerzas entre las fuerzas políticas de izquierda, el poder de la tiranía y los intereses empresariales nacionales y transnacionales. Esta situación fue la consecuencia de la pérdida de temor por parte del pueblo de Chile, que salía a las calles a protestar en contra de la represión, fenómeno que explica, en parte, la transformación de las tácticas y estrategias de la izquierda política en Chile, luego de haber quedado demostrado que el pueblo también podía hacer uso legítimo de la violencia, y hacer frente a la cruda represión de las clases dominantes.
Ejemplo de lo anterior fue la resolución política que tomó el Partido Comunista de Chile, en 1977, con su secretario general Luis Corvalán, quien asumió el camino de la “Política de Rebelión Popular de Masas”, decisión decantada, luego de varias discusiones al interior del PC, en la posterior creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), el 14 de diciembre de 1983. En la misma línea de acción, un año antes (diciembre de 1982), aunque a partir de un fraccionamiento político, se creó el MAPU Lautaro, o Movimiento Juvenil Lautaro, orgánica que se sumó a la lucha política y militar, que hasta entonces estaba llevando a cabo el MIR. También se sumaron a la lucha contra el tirano, algunas fracciones del Partido Socialista de Chile, entre las cuales destacaron las brigadas Elmo Catalán, los Helenos y las brigadas populares 5 de Abril.
Sin embargo, a pesar de estas iniciativas político militares y paramilitares en contra de la tiranía, la falta de una direccionalidad política en la lucha llevada a cabo, determinó que todos estos esfuerzos se centraran única y exclusivamente en sacar a Pinochet del gobierno, sin seguir profundizando en la forma de rearticular el proceso de transformación revolucionaria que la izquierda profundizó y concretó, desde 1970 hasta 1973, con el gobierno de la Unidad Popular. La falta de claridad política, derivó en que las principales estrategias de acción, fuesen tan sólo la realización de paros nacionales con amplias concentraciones de personas, durante el año 1986, lideradas ampliamente por la Asamblea de la Civilidad y la Central Unitaria de Trabajadores, las cuales con el tiempo sufrieron un esperado desgaste, lo que significó la disminución en la participación popular.
Respecto a la Asamblea de la Civilidad, podría decirse que fue la unificación del Movimiento Democrático Popular y la Alianza Democrática, unión que fue hegemonizada por los partidos más conservadores, entre ellos la Democracia Cristiana y el reunificado Partido Socialista, situación que determinó que todos estos paros nacionales y populares, en la mayoría de las regiones del país, no significasen la creación de poder popular, sino más bien la instrumentalización de los comités regionales, que tenían por objetivo primordial la creación de una fuerza política nacional que negociara la transición con la tiranía, la que a través de un plebiscito, cambiaría el gobierno, pero mantendría intacta la Constitución de 1980, así como el modelo neoliberal, tal como lo hemos establecido antes. Para que dicho propósito fuese cumplido, se creó la “Concertación de Partidos por la Democracia”, que hoy ha mutado, para convertirse en la “Nueva Mayoría”.
Cabe señalar que todos los partidos, incluidos los pertenecientes a la izquierda más radical, cayeron en este “juego”, pues todos, de alguna u otra forma, dejaron de “hacer política”, entendida ésta como el trabajo de educación y concientización popular, para la construcción del socialismo. Y al dejar de realizar dicha acción, todos en cierta forma cayeron en el “juego” de la derecha, que siempre ha buscado la despolitización de la población, de tal manera que facilite la dominación y la explotación, desde la clase dirigente hacia la mayoría de la población nacional.
Con el pasar de los años, y a causa de la posterior desarticulación que sufrió la izquierda revolucionaria en nuestro país, principalmente durante los gobiernos de Patricio Aylwin Azocar y Eduardo Frei Ruiz Tagle (principios de los años 90), con algunas figuras emblemáticas dentro de este proceso, como el ex Ministro del Interior Belisario Belasco, la izquierda radical en Chile comenzó un proceso de desmoralización, lo que junto a la falta de un horizonte político claro, limitado casi completamente a tan sólo la liberación de los presos políticos y la búsqueda de los detenidos desaparecidos, determinó que los diferentes movimientos sociales, principalmente estudiantiles, sólo se dedicaran a levantar luchas reivindicativas. Ejemplo de ello fueron las protestas en contra del alza del pasaje escolar y los altos aranceles, las que, a falta de una propuesta política clara, dieron paso libre para que la Concertación y el empresariado ofrecieran “soluciones parches”, sin cuestionar el modelo político, económico y social instalado en nuestro país.
Paralelamente a este proceso de decadencia de las fuerzas políticas revolucionarias, la izquierda electoral también veía reflejado este declive en los bajos niveles de votación que obtenía, así como en el aumento progresivo en los niveles de abstención, situación verificada con los porcentajes de las diferentes candidaturas acaecidas desde 1989 hasta el año 2009.
En primer lugar, tenemos que en 1989 ninguna organización y/o partido de izquierda participó de dicho proceso, ni siquiera el Partido Comunista. A pesar de ello, el total de votos válidamente emitidos en ese momento alcanzó los 6.979.859, con un nivel de abstención de un 5,28%, equivalente a 398.810 personas[5].
Posteriormente, parte de la izquierda política chilena reapareció en 1993, a través de dos candidaturas: la del Movimiento de Izquierda Democrático Allendista, representada en la figura del sacerdote Eugenio Pizarro Poblete, y la del representante del movimiento ecologista, Manfreed Max Neef, quienes, respectivamente, alcanzaron el 4,70% (327.402 votos) y el 5,55% (387.102 votos) de la votación total. Por otro lado, en dicha elección se levantó la candidatura de Cristián Reitze Campos, de la coalición Humanistas Verdes, quién obtuvo el 1,17% de los votos (81.675 sufragios). En resumen, los tres candidatos sumaron el 11,42% de la votación, alcanzando un total de 796.179 votos válidamente emitidos. Sin embargo, el nivel de abstención en esta elección aumentó 3,49 puntos porcentuales, llegando al 8,77%, con una cifra de 706.729 personas[6].
En las elecciones de 1999, los resultados de la primera mayoría de los candidatos de izquierda disminuyeron. La candidata de ese entonces fue Gladys Marín, quien representaba el pacto “La Izquierda”, que obtuvo el 3,19% de los votos, alcanzando la cantidad de 225.224 votos, 102.178 votos menos que en 1993, obtenidos por la Izquierda Democrática Allendista con el “Cura Pizarro”. Esta situación se vio empeorada por el aumento del nivel de abstención a un 10,5%, 1,73 puntos porcentuales más que en la elección anterior, llegando a una cantidad de 848.869 personas[7].
Posteriormente, en el año 2005, y en un intento por unificar las fuerzas de izquierda en la candidatura de Tomás Hirsch, a través del Pacto Juntos Podemos, la izquierda extraparlamentaria logró repuntar su votación, obteniendo el 5,40% de los votos, alcanzando la cantidad de 375.048 votos, superando la votación obtenida por el “Cura Pizarro”, en 47.646 votos. Sin embargo, la abstención aumentó al 12,2%.
Más adelante, en el año 2009, se obtuvo la mayor ganancia electoral de la centro izquierda chilena desde la transición, ya que el candidato del Partido Comunista Jorge Arrate y el candidato del Partido Progresista, Marcos Enríquez Ominami, consiguieron, respectivamente, el 6,21% y el 20,14% de los votos (433.195 sufragios el primero, y 1.405.124 el segundo), aunque la abstención siguió aumentando, hasta un 12,32%, involucrando a 1.020.734 personas, superando al resultado que todas las candidaturas de izquierda habían tenido juntas en los periodos anteriores[8].
Tres años antes de esta elección, desde la acción de los movimientos sociales, el año 2006, se había desarrollado el movimiento secundario de los “Pingüinos”, quienes comenzaron su lucha exigiendo la gratuidad del pase escolar, para luego profundizar su discurso político, exigiendo la derogación de la “Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza” (LOCE), aprobada un día antes de que el tirano dejara la Presidencia de la República. Frente a esta demanda, el primer gobierno de Michelle Bachellet, respondió con la creación de la LGE, o Ley General de Educación, que en la práctica no solucionó nada importante, respecto a la problemática que el movimiento estudiantil evidenció en ese entonces.
Paralelamente a la lucha estudiantil, se rearticuló también el Movimiento de Pobladores en Chile, principalmente en los sectores periféricos de la Región Metropolitana, el cual anteriormente había sido un bastión fundamental en las jornadas de protestas nacionales en contra de la tiranía, a mediados de la década de 1980, pero que hoy retomaba sus demandas, a causa del cambio de paradigma en la política habitacional. A partir de ello, comenzaron a figurar en la palestra nuevos actores sociales, que desde 1999, con la primera “Toma de Peñalolén”, y el año 2006, con la segunda toma en la misma comuna, levantaron un bastión de resistencia y lucha reivindicativa por la vivienda en dicha comuna, con el objetivo de asegurar techo a las miles de familias que fueron excluidas de la política habitacional. A este movimiento, principalmente encabezado por los que después serían el Movimiento de Pobladores en Lucha (MPL) de Peñalolén y el Movimiento de Pobladores sin Techo ( MPST) de la Pintana, se sumó la Asociación Nacional de Deudores Habitacionales (ANDHA Chile), quienes comenzarían su lucha en contra de la deuda hipotecaria y el negocio de los Bancos.
En este complejo escenario de rearticulación de movimientos sociales reivindicativos, la izquierda más radical realizó innumerables intentos por agruparse, e intentar dilucidar la forma de aumentar la participación del pueblo en las protestas sociales y en sus propias orgánicas. Comunistas, troskystas y miristas, entre otros, emigraron de sus partidos históricos y crearon sus propias organizaciones, como consecuencia de la desarticulación de la izquierda revolucionaria en nuestro país, hecho que se venía profundizando desde finales de la década de 1980, y comienzos de 1990.
Luego de este proceso de posicionamiento político de cada orgánica, vino el proceso de generación de diversos encuentros, los que tuvieron como propósito generar una instancia mayor, que se perfilara como un referente unitario de los pueblos y los trabajadores. Es así como el año 2009, diversas orgánicas participaron en la conformación del Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores (MPT), encuentro en donde participaron orgánicas como Los Hijos de Mafalda, el Comité de Unidad Revolucionaria (CUR), el Sindicato de Trabajadores Bancarios, el Partido de los Trabajadores, Andha Chile a Luchar, Movimiento de Pobladores sin Techo, Movimiento de Pobladores en Lucha, Izquierda Comunista, Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez, Comités Comunistas, entre otras.
Sin embargo, a causa de las profundas diferencias existentes entre organizaciones de línea mirista, comunista, anarquista y trotskista, este primer encuentro no rindió los frutos esperados. El resultado de este encuentro de fuerzas políticas, denominado MPT (Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores), separó sus aguas, debido a un conjunto de diferencias ideológicas, que a la larga se tradujeron en la interrogante sobre implementar o no una política electoral de cara a las municipales 2009. Es así que organizaciones como el MPL, MPST, ANDHA Chile, Los Hijos de Mafalda y el Colectivo Andamios, tomaron su propio rumbo, para trabajar en la creación de un referente político social, que tuviera incidencia en el plano electoral, hecho que posteriormente determinó la creación del Partido Igualdad, el cual vendría a ser el primer instrumento político electoral legal de los pobladores, además del Partido Comunista, luego de la dictadura cívico-militar.
Sin embargo, a pesar que Los Hijos de Mafalda participaron en la fundación de este partido, no encontraron el asidero político necesario para realizar su trabajo característico, el cual se basaba en la “preparación de cuadros”[9] y la educación popular, razón por la cual renunciaron a este partido y dieron continuidad a su trabajo habitual de formación y concientización popular, mientras se asociaban con otras organizaciones, como el Comité de Unidad Revolucionaria (CUR) y el “Movimiento Pueblo Libre”, para la realización de talleres de discusión y formación política, enfocados principalmente en el aprendizaje sobre el funcionamiento del modelo neoliberal, así como la lectura comparativa del “Manifiesto Comunista” de Karl Marx, y “El Socialismo del Siglo XXI” de Heinz Dieterich . Además, se generaron encuentros con ex socialistas, pertenecientes a la línea comandante, que más adelante formaron orgánicas como los Socialistas Allendistas, esto con el propósito de compartir criterios y visiones, en función del objetivo de iniciar un proceso de construcción del socialismo en Chile.
Ahora bien, cabe señalar que la izquierda en general, hasta los años 2009-2010, salvo organizaciones muy puntuales, no planteaban directamente la construcción del socialismo en Chile, pues de alguna u otra manera, la mayoría de sus organizaciones se enfrentaban, incluso hasta el día de hoy, a un sujeto totalmente despolitizado, que niega y rechaza la política como una herramienta de construcción socio histórica.
En esta disyuntiva es que algunas organizaciones, sobre todo aquellas vinculadas al movimiento de pobladores, decidieron acercarse a la población con otras definiciones ideológicas, más cercanas al quehacer cotidiano de los pobladores, relacionadas principalmente con la problemática de la vivienda, lo que sirvió a su vez como una plataforma social y política, para presentar candidatos populares a las elecciones municipales del 2012 y luego presidenciales del año 2013, con Roxana Miranda como candidata presidencial.
Excepciones a lo anterior se observaron en otras organizaciones, las cuales, junto con desarrollar un trabajo a nivel de base, a la hora de definirse en términos políticos, no tuvieron ningún problema en establecer como proyecto político el socialismo de base marxista, e incluso leninista, asumiendo dentro del costo político, la posibilidad de tener menos militantes, pero con la seguridad de que la motivación principal sería la transformación del modelo político, económico y social. Lo anterior se desarrolló, sin perjuicio de que se pudieran presentar candidaturas populares en las elecciones municipales de los años 2009 y 2012, para posteriormente el año 2013, sumarse, de acuerdo a los diferentes intereses y tendencias existentes, a las candidaturas de izquierda lideradas, por un lado, por Marcel Claude, y por otra parte, por Roxana Miranda.
A lo anterior, no podemos dejar de mencionar que también hubo organizaciones que, a raíz del desencanto generalizado con las estructuras partidarias (incluyendo los partidos políticos de izquierda), optaron por el “anarquismo”, aunque más como un discurso político de crítica a los esquemas más tradicionales, que como una acción concreta vinculada a dicho movimiento, ya que, de igual manera, sus redes de articulación siguieron girando en torno a las organizaciones derivadas del MIR y el Partido Comunista, y porque, además, no tuvieron mayores contradicciones en trabajar en las candidaturas presidenciales de Marcel Claude y Roxana Miranda.
A pesar de las diferentes tendencias políticas existentes en la izquierda más radical de nuestro país, descritas anteriormente, éstas lograron, como se menciona en los párrafos anteriores, generar un cierto tipo de articulación, al abrirse las postulaciones a las candidaturas presidenciales del año 2013, momento en que diferentes fuerzas políticas, como Los Hijos de Mafalda, Libres del Sur, y Nueva Fuerza Valparaíso, (más cercanos a la cultura Mirista), así como Izquierda Unida (ex socialistas), y Comités Comunistas, Unidad Comunista, MPMR (ex comunistas y ex frentistas), entre otras organizaciones, se agruparon bajo el alero legal del Partido Humanista, para presentar como candidato presidencial a Marcel Claude, con el “Programa de las 10 medidas para refundar Chile”.
Así lo hicieron también, aunque en apoyo a la candidatura presidencial de Roxana Miranda, organizaciones ya mencionadas como el Movimiento de Pobladores en Lucha, Andha Chile Democrático, Movimiento por la Dignidad, Movimiento Pueblo Libre, Abogados de Derechos Humanos, entre otras orgánicas a nivel nacional, que eligieron esta alternativa, quizás más popular, en el sentido del carácter de clase de la candidatura, aunque no más radical que la de aquellas organizaciones que apoyaron a Marcel Claude, principalmente por la defensa de su propuesta programática.
Desde ese momento hasta la fecha, todas estas organizaciones, si bien no lograron presentar un candidatura única para hacer frente a los pactos neoliberales de la Alianza y la Nueva Mayoría, sí lograron posicionar un programa anti neoliberal, el que a pesar de los bajísimos resultados electorales, expresados en un 2,81% para Marcel Claude (185.072 votos), y un 1,24% para Roxana Miranda (81.873 votos), han canalizado, a través de un discurso político, el descontento ciudadano con las instituciones chilenas, principalmente con la “clase política” y empresarial, complementando dichas críticas, con un conjunto de propuestas que representan el sentir de diferentes movimientos sociales, que demandan una educación gratuita y estatal, la renacionalización del cobre y los recursos naturales, el derecho a una salud pública universal, viviendas dignas y de calidad, etc.
Sin embargo, fue en este proceso electoral cuando se produjo el más alto nivel de abstención desde la transición, alcanzando un 50,64% de los inscritos, equivalentes a 6.873.411 personas. Podríamos asumir que el tamaño nivel de abstención que se produjo en las últimas elecciones, no es más que la abstención de una porción importante de izquierda que se ha ido desilusionando del proceso electoral, y por otro lado, que el aumento de votación podría estar representando al recambio generacional que ha comenzado a participar de los procesos eleccionarios. Cabe también considerar, como explicación del fenómeno, que en estas últimas elecciones se sufragó bajo una nueva figura, la del “voto voluntario”, luego de la modificación realizada en 2012 por el gobierno de Sebastián Piñera, que suprimió el voto obligatorio, reemplazándolo por uno de carácter voluntario[10]. Ahora, más allá del salto cuantitativo que tuvo la abstención en este último proceso eleccionario, mucho mayor a las alzas graduales de los procesos anteriores, lo relevante es que se sigue manteniendo la tendencia al alza en este ítem, situación que al parecer no se revertirá de cara a las próximas elecciones. Esto mismo explicaría el hecho que la clase política, de manera transversal, esté evaluando volver a la obligatoriedad del voto, llegando incluso a presentar una moción al parlamento para ello.[11]
Lo anterior no hace más que reflejar que, a pesar del posicionamiento de un discurso político común por parte de las fuerzas de la izquierda radical, éste todavía no se materializa en la creación de una fuerza política nacional que represente a las mayorías sociales, para que éstas a su vez se comprometan seriamente con el cambio social. Dicho de otra forma, la izquierda radical no ha logrado aún penetrar en la consciencia mayoritaria de nuestro pueblo, porque aún permanecen en el comportamiento de nuestra sociedad los ribetes de la cultura colonial y esclavista, que determinan la marginación casi absoluta de nuestro pueblo de la vida política, y en las decisiones importantes de nuestro país, que se toman a nivel de Estado.
El fenómeno anterior expuesto no es para nada una casualidad, ya que durante los últimos 24 años, desde la transición hasta la última elección presidencial, el pueblo chileno ha sido profundamente empobrecido en todos los sentidos. Ejemplo de ello son las altas tasas de inflación de los diferentes productos, la proliferación del empleo informal, el aumento progresivo de la tasa de interés, la privatización del cobre a manos de la Concertación, el endeudamiento en la educación superior, los bajos salarios, la privatización del mar, los ríos, la tierra, etc.
Todo este proceso de empobrecimiento y saqueo de nuestro país, ha ido de la mano con la manipulación de la información que realizan los medios de comunicación, la farándula que transmiten cotidianamente, la falta de educación cultural y cívica, el aumento de las noticias futbolísticas, etc. Acciones que tienen como objetivo seguir embruteciendo a la población, para alejarlos definitivamente de la política, elevando intencionalmente el nivel de abstención en Chile, a cifras similares existentes en tiempos de la Colonia, en donde sólo la oligarquía votaba, ya que los peones, las mujeres y los soldados, sólo eran carne de cañón.
Como muestra de lo descrito hasta ahora, recurriremos a algunos resultados de la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), que sobre un universo de encuestados cercano a las 1.500 personas, arroja las siguientes cifras, respecto al nivel de politización de la población chilena:
- Un 11% lee frecuentemente noticias sobre política, un 33% lo hace a veces y el 55% nunca lee sobre el tema.
- Un 10% conversa frecuentemente sobre política con la familia, un 33% a veces y un 56% nunca.
- Un 2% trata frecuentemente de convencer a alguien sobre lo que piensa en política, un 13% a veces y un 83% nunca lo hace.
- Un 1% siempre trabaja o ha trabajado para un partido o candidato, un 6% a veces y un 92% nunca lo ha hecho. [12]
Claramente, estos resultados pueden ser interpretados de diferentes maneras, algunos podrán decir que la política no está dentro de las preferencias del consumo masivo de la población, otros dirán que se debe al alto nivel de corrupción político-empresarial, también al alto nivel de ignorancia y desconocimiento que padece la población respecto a la influencia de la política en la vida cotidiana. Incluso, algunos podrían postular que hay genes que determinan conductas más proclives a la politización en unas personas más que en otras.
De todas las interpretaciones que se mencionan anteriormente, a nuestro juicio el fenómeno es multivariado, pero lo importante es que, así como la ignorancia y el apoliticismo son conductas ideológicamente aprehendidas, que al paso del tiempo fueron aumentando en nuestro país, debido a la acción política, económica e ideológica de los defensores e impulsores del neoliberalismo, éstas pueden disminuir con la acción de las fuerzas revolucionarias y progresistas, que persiguen una alternativa clara a este modelo, encontrando sus propósitos y principios en el ideario socialista, comunista, y sus diversas sub corrientes.
En ese sentido, en primer lugar debemos asumir que, cuando esta encuesta arroja como resultado, a Noviembre de 2015, que un 72% de la ciudadanía no se identifica ni con la Nueva Mayoría ni con la Alianza, no significa necesariamente que estas personas se identifiquen con el proyecto de la izquierda más radical, ya que asumir dicha idea, sería desconocer el diagnóstico planteado, y por tanto, significaría colocarse una doble venda en los ojos.
Más real y sincero sería concluir que tenemos un gran trabajo que realizar, y que no será para nada fácil ejecutarlo, ya que la misma encuesta CEP también establece indirectamente, que ese 72% representa un foco cautivo, quienes sufren los males del modelo, con cierto grado de conformismo, pero también con cierto grado de descontento. Ahora, ninguna de estas dos aristas es canalizada políticamente, pero existen alternativas, y si este pueblo tuviera más acceso a información, que explique cómo funciona realmente este sistema, contaríamos con más posibilidades de aumentar el nivel de descontento, siempre y cuando éste sea canalizado a través de una propuesta concreta de transformación social, sin caer en el vanguardismo[13], pero tampoco en el antipartidismo[14], sin dejar de hacer la crítica, pero tampoco caer en un oposicionismo[15] sin propuestas.
Lo anterior no es un invento, ni debe ser tomado como una descalificación a la izquierda, pues verlo así sería colocarse una venda en los ojos, lo cual sería catastrófico para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Si lo analizamos bien, los principales responsables de que esta situación siga empeorando somos nosotros, la misma izquierda, los subversivos, los revolucionarios y reformistas. Sin embargo, al parecer todavía no lo tenemos tan claro, ya que, de alguna u otra manera, nuestra psiquis política todavía nos coloca en la oposición del tablero, observando cómo la derecha actúa y avanza en profundizar su modelo neoliberal, mientras la mayoría de nosotros sigue utilizando las redes sociales de internet, para seguir convenciéndonos (entre nosotros mismos), o bien en las marchas callejeras, en donde también nos encontramos a nosotros mismos, auto complaciéndonos de que éste es el momento para cambiar la situación, con la consigna “Ahora es Cuando”, sin tener un acercamiento real al pueblo más despolitizado.
¡Arriba los que Luchan!, hemos gritado hasta el cansancio. Pero las cifras dicen que los que cantan ¡Es lo que hay!, son una poderosa mayoría ideológica, que en términos políticos y principalmente electorales, se ha manifestado con toda la fuerza del apoliticismo, a través del no menospreciable acto, de no ir a votar, pero con un apoliticismo pasivo e inorgánico (no militante), que permite al modelo neoliberal seguir operando sin mayores contratiempos, e inclusive, perfeccionándose, a través de la conculcación progresiva de los derechos ciudadanos.
Insistimos que la compleja situación que se describe, no es ningún invento, tampoco es una idea derrotista y lapidaria, más bien es una realidad crítica, la cual, como en todas las cosas en la vida, puede transformarse en una oportunidad de cambio, para que la izquierda evalúe como una opción necesaria, cambiar su estrategia de acercamiento a los sectores más alejados de la política, aunque siempre está la opción que se siga en la misma línea, sin ninguna autocrítica, permitiendo que el problema de la participación ciudadana se complejice más aún.
Algunos podrán decir que es positivo que exista un tremendo nivel de abstención en Chile, ya que ese descontento puede ser canalizado por una vía revolucionaria, que emerja desde las bases sociales organizadas sin los partidos políticos, afirmación totalmente errónea, ya que, en primer lugar, no puede haber un pueblo revolucionario sin vocación de poder político, es decir, si el pueblo no toma control del Estado, lo seguirá haciendo la oligarquía chilena. En segundo lugar, cuando algunos políticos e intelectuales hablan de bases sociales organizadas, olvidan que dentro de dichos espacios también hay militantes de organizaciones políticas, que con sus conocimientos y preparación aportan a la organización de dichos espacios. Por lo tanto, todos los partidos y organizaciones políticas, sean estos legales o no, de igual forma operan en la organización de base, y esta última no es independiente y sin ideología, ya que cada orgánica, sea reconocida o no, tiene sus propias bases sociales, sin ser éstas un patrimonio de los no partidistas, o anarquistas, que por cierto, también tienen una militancia ideológica, a pesar que lo traten de ocultar permanentemente.
Con lo anterior, nuestro interés es señalar que no sólo es necesario que la izquierda en Chile se una, ya que luego de 24 años hablando de unidad, ésta no ha logrado alcanzar el resultado esperado, situación que ocurre porque la política social es más que una consigna, incluso, es más que una correlación de fuerzas electorales. A nuestro parecer, la política social es la unificación de personas comprometidas con un lineamiento político e ideológico claro, el cual debe ser entregado mediante un proceso educativo junto a nuestro pueblo, para que éste tome consciencia, no sólo de sus múltiples carencias, que por cierto son evidentes, sino que fundamentalmente, de las causas estructurales que generan la injusticia, el robo, el saqueo y la corrupción neoliberal.
Antes de terminar, es importante poner énfasis en lo concreto de nuestra propuesta, cual es salir de los espacios en que nos convencemos entre nosotros mismos, e ir a dialogar con nuestro pueblo, no con la simple intención de conseguir un voto, ya que eso sería parte de la estrategia electoralista que, hasta el momento, sólo ha servido a los partidos de la Alianza y la Nueva Mayoría, sino con el propósito de entregar herramientas educativas, basadas en el conocimiento de nuestra actual Constitución Política, nuestro sistema de pensiones, la salud, la educación, los recursos naturales, etc. Básicamente, la tarea es difundir el estado de la situación nacional a nuestro pueblo, a través de datos duros y argumentación sólida, acompañándola de propuestas concretas que se definan también por un norte político e ideológico claro.
Finalmente, nuestra propuesta y horizonte es el Socialismo, y creemos que cualquier momento de la historia es totalmente adecuado para participar de las elecciones, ya que con este modelo, o inclusive bajo el neoliberalismo, el pueblo debe manifestar su voluntad soberana, porque nada ni nadie puede negarle al pueblo la posibilidad de participar de las elecciones de un país. Por ello, este documento refleja también un hito histórico, en donde podemos establecer que las fuerzas políticas más consecuentes y radicales, han superado la dicotomía entre la vía electoral y la no institucional, formando sus propios partidos, que tarde o temprano, con el trabajo de base y educación popular necesaria, lograrán que los que se abstienen, participen en política, y que los que ya participen, se transformen en grandes líderes herederos de la transformación social y de la anhelada Asamblea Constituyente para la creación de un Estado democrático y socialista.
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Luis Santibañez
Militante del Partido Constituyente
Y de Los Hijos de Mafalda
Sección Tocopilla
“El Mayor Compromiso Con Nuestro Pueblo Es La organización.
Súmate Al Trabajo de Los Hijos de Mafalda”
partidoconstituyente@gmail.com
https://www.loshijosdemafalda.cl/
[1] (Del lat. sophisma, y este del gr. σόφισμα). 1. m. Razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso. https://lema.rae.es/drae/srv/search?key=sofisma
[2] https://lema.rae.es/drae/srv/search?key=democracia. (Del gr. δημοκρατία).
1. f. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno.
2. f. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado. https://lema.rae.es/drae/cgi-bin/aviso_dle.cgi?url=srv/search&key=democracia
[3] https://historiapolitica.bcn.cl/partidos_politicos/wiki/Movimiento_Democr%C3%A1tico_Popular
Biblioteca del Congreso Nacional de Chile
[4] https://web.archive.org/web/20141129151026/https://www.mgpp.cl/wp-content/uploads/2011/04/CASO42.pdf. La negociación de la Transición Democrática en Chile (1893-1989) Justo Tobar Mendoza.
[9] La preparación de cuadros se refiere al proceso de aprendizaje que tiene un militante político social, perteneciente a una organización y/o partido político. Este proceso es intencionado, e incluye, en el caso de Los Hijos de Mafalda, el trabajo territorial a través de la entrega de “La Palomilla Informativa del Pueblo Desorganizado”, talleres de formación política con lectura y discusión de libros, la participación en procesos electorales, tanto políticos como sociales, y la escritura de textos y libros, por parte de los militantes de la organización.
[10] https://www.chileatiende.cl/fichas/ver/9838
[11] https://www.latercera.com/noticia/politica/2015/07/674-636974-9-senadores-presentan-reforma-constitucional-que-busca-restablecer-el-voto.shtml
[12] Encuesta CEP – Noviembre de 2015.
[13] Los Hijos de Mafalda definimos el vanguardismo político como la supremacía de los dirigentes políticos por sobre el potencial que tienen los trabajadores y sectores populares, a la hora de definir a los sujetos protagónicos del cambio social.
[14] Los Hijos de Mafalda definimos el antipartidismo como una posición política masificada con la instalación del modelo neoliberal, en la cual confluyen el a-partidismo apolítico de derecha con el anarquismo individualista que rechaza la acción partidaria del marxismo.
[15] Los Hijos de Mafalda definimos el oposicionismo como una conducta política tendiente a definirse siempre desde la oposición, sin generar soluciones ni alternativas para los problemas sociales existentes.